martes, 25 de octubre de 2011

Cuerdas que enamoran

CUERDAS QUE ENAMORAN



Vieja y antigua ciudad, calles empedradas, angostas. Escenario de milenarios años de historia en sus construcciones en sus piedras.
Absorta en mis sentidos voy merodeando, a mi derecha solemne iglesia  gótica, perenne delante de mí. El rosetón, como un gran ojo ,me impulsa a pasar, siento escalofrío, subo las escalinatas, tengo la percepción que alguien me espera. Acomodo el escote de mi vestido blanco, provocativo para el sitio.
El silencio del lugar, sagrado, majestuoso le confiere  profundidad, esa profundidad de lo místico de lo arcano
Figuras religiosas, con mantos lánguidos, cabizbajos, hombros caídos, pupilas misericordiosas, rodillas semi flexionadas, brazos en postura de acobijo, de recibimiento. Parece que la melancolía, el sufrimiento, el despojo fueran símbolos de bondad, de espiritualismo y regocijo pleno.
Devotos que palpan las imágenes, en su creencia ferviente, implorando amparo, consuelo, a la espera del milagro divino y los observo  y los vislumbro endebles, frágiles.
Continuo mi recorrida, voy a hacia el altar, el seseo de las confesiones se hace oír.
En un costado, una puerta entreabierta, de aquel lugar sube una melodía sacra, envolvente, vuelvo a sentir un escalofrío, desciendo.
Una replica de la iglesia se encuentra allá abajo. El ensayo del coro esta por finalizar.
Me siento en el primer banco, esos reclinatorios de maderas que imperativos te inducen a arrodillarte.
La acústica me sensibiliza, me enamora, me hipnotiza.
Se empiezan a ir todos, enfundan sus instrumentos con parsimonia, se saludan.
Solo queda el y su violonchelo , pantalón negro, camisa blanca, una cadena gruesa de plata y de ella colgando una cruz, que se enreda entre el vello. Mirada altruista, rasgos fuertemente varoniles.
Quedamos mirándonos, nadie mas permanece en el templo, solo nuestra respiración. Me acerco, me toma de la mano, toco la madera rojiza, cálida de su instrumento, nunca nos dejamos de contemplar, me besa.
Su pecho contra el mío, me mimetizo, me fundo en su violonchelo, tomo su forma y me dejo acariciar, sus manos se deslizan fuerte y delicadamente por mi pelo largo negro que termina en la insinuación de mi cola como si este fueran cuerdas, su brazo realiza movimientos armónicos, ondulantes con su arco y los siento en mi espalda y emito sonidos que salen melosos por mis efes.
Estamos en un espacio inmaculado, el pecado nos intima, vamos al campanario, las formas ojivales se confunden con mi sexo, siento con la firmeza que me sostiene y comienzo a vibrar desde mi alma, y me despojo y en el instante culmine de la sinfonía,  el carillón arranca, las campanas invaden los alrededores, el brillo del crepúsculo penetra a través del vitraux y nos ilumina en la penumbra  y la bravura y la oscilación se pierden en el aire...
Escucho una voz remota
Señorita! Señorita! Abro mis ojos, adormecidos...el sacerdote me dice: “ es tarde, la iglesia esta cerrando” ....me incorporo, levanto mi cabeza....era su rostro

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