Sus manos se deslizaban con extremada suavidad sobre sus pechos, los vientres aglutinados de sudor,
los gemidos viajando por los acaracolados tímpanos, la respiracion alternada, el pubis enervandose en
electricidad,
Allí yacía ella y el, enredados, como plantas carnívoras, devorándose, rastreando el éxtasis, salvajemente,
entres follajes, perdidos en la dimensión de lo irracional.
Allí, como en la selva, en la noche, la fiera irrigada de brutal poder había marcado su territorio, la fiera
agazapa en la antesala de la destrucción entrecerraba sus implacables ojos, midiendo habilmente la
embestida de sus pezuñas .la leona ciega, desposeída de su olfato, desvanecida en la confiada seda de su
cortejo, hundida en las profundidades del goce, desembarcada de las delicias, ajena a la encrucijada, no
percibía la muerte.
Y otra hembra dominaba las tierras, el león en celo instintivamente servia a su leona, pero su perturbada
hipnosis acudía irrefrenablemente a los hedores del nuevo pelaje.
Estaban entre caníbales, la nueva alimaña desquiciada merodeaba arrogante sobre el suelo de su victoria.
Y la leona desparramada en el sedimento de su dolor, lamía con su áspera lengua sus heridas, los hilos de
sangre se deslizaban por las grietas rocosas de su ultrajada honradez.,
agonizando en su impotente turbación, porque lo que ella no sabia que estaba durmiendo con la traición
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